COMENTARIO DE UN GRAN AMIGO : Nemesio Sánchez Sevillano
4 enero, 2014 en 0:01
Salve, maestro Manolo !
Reconoces mi voz y el tono, más que familiar, con el que me dirijo a ti ? Si no me reconocieras, no te lo perdonaría, como nunca le perdoné a mi madre el hecho de que el día de mi primera comunión no me sirviera como desayuno un huevo “estrellado” después de misa (a las doce de la mañana y en ayunas) como lo había hecho con mis hermanos mayores…
“Bueno pues”… te deseo un feliz Año Nuevo (para ti, será eternidad) allí donde te encuentres. Dónde ? Misterio ! Ya nos lo dirás un día… Hay veces que pienso (porque de vez en cuando yo también pienso… y en ti, desgraciado de mí…) que tienes que estar en el limbo, por el niño que siempre llevaste dentro. Otras veces pienso que tienes que estar en el cielo, por aquello que dicen que los “tíos buenos”, Dios los acoge siempre en su seno. Y otras veces pienso que debes estar en el infierno, por aquel “côté” de “cabronazo desbocado” que a veces afloraba en tu piel cuando, sobre todo, el poder y la “justicia” hacían contigo lo único que saben hacer con casi todo el mundo : injusticias.
“Bueno pues”… allí donde estés, feliz Año Nuevo !
No, no te olvidamos, Manolín… y seguirás para siempre presente en nuestro recuerdo. Y esto que te digo, no es una frase retórica, como seguramente escucharías o leerías tantas veces en los papeles del momento después de muerto. Cuando uno muere, “nunca se olvidará” y siempre “fue bueno”… Y tú, sin duda, en tu interior de niño, también te lo creiste… Pero el amigo que siempre te dijo lo que pensaba, hoy te dice que tú también tuviste tus luces y sombras; aunque tengo que reconocer que tuviste más luces que sombras.
No obstante, yo siempre recuerdo tu lado humano, tu corazón grande, tu avaricia
– gula ? – de morder a dentelladas la vida que el destino nos servía en bandeja de plata, la de la amistad, en cada momento (momentos eternos) que vivimos juntos, y que fueron muchos. Y olvido los cabreos que te cogías cuando Iris y yo te decíamos ciertas verdades (las nuestras…) que no admitías. Y recuerdo con nostalgia las noches pasadas en vela en nuestra juventud (tú siempre fuiste pájaro de noche) : noches de vino amargo y rosas en la colina de Montmartre o en los bares de Pigalle; noches blancas, siempre con la botella de vino o güisque (dependiendo de la economía del momento), queriendo rehacer el mundo de los años 70; noches de trabajo en tu taller los días antes de tus exposiciones (sin dejar de lado el vaso y la botella…); días de sueños y de proyectos, muchos realizados y otros que dejamos para más tarde creyendo que seríamos eternos; días de fiestas con los amigos, fiestas que tanto adorábamos, y que dejaban el sabor de la amistad y el placer de vivir intensamente, incluso en la indigencia de viejos estudiantes en nuestra vida bohemia.
De nuestra madurez recuerdo la vida familiar (la de las dos familias) basada en la amistad (fraternidad ?), en la que cuando nos reuníamos, todos los días – y noches – eran fiesta, ya fuera en vacaciones de verano, de Navidad, de Pascua o en fines de semana. Recuerdo con placer las picias que me hacía tu hijo Oscar con sus bombas-globos llenos de agua, por lo que se quedó con el apodo familiar de “El terrorista”; las bromas que te gastábamos tu hijo Pablo y yo cuando te tratábamos de “hormiguita”, por los “tesoros” que encontrabas al lado de los cubos de la basura de todo París y que entrojabas en tu hormiguero-taller para luego darle una nueva vida con tus manos de artista. Recuerdo con cariño las mentiras “piadosas” que le metía a tus hijos aún niños y que ellos vivían como realidades cuando se trataba del Papá Noel, en Navidad, o en los “safaris” que con ellos hacía en busca de elefantes blancos, ya fuera en los parques de París, ya en los de aquí, en Bruselas…
Recuerdos y recuerdos bellos que seguimos viviendo en tu ausencia-presente.
Pero hay otra cosa, la más importante de tu vida (aparte de tu familia) que no tenemos que recordar porque está ahí, yo diría, en carne y hueso : tu obra artística; tu obra, de carne y hueso, que despide vida et irradia espiritualidad y humanidad, tanta como la que tú tenías. Tú eras eso : ante todo hombre-artista, el mismo que un día definí descriptivamente :
“No es santo, ni político, ni profeta…
es hombre entre los hombres,
es testimonio de alegrías y tristezas,
es “el revolucionario”,
agitador de espíritus,
terrorista de conciencias.
Sin prostituirse en el lumpen mafioso y carcelario
de parlamentos o de iglesias,
él busca en solitario el camino de la belleza,
el rostro escondido en el corazón de las cosas
y pone de manifiesto que lo bello
en el hombre brilla muchas veces
por su frecuente ausencia”.
Eso eras, y todo lo demás, las múltiple materias, formas y técnicas que utilizaste, estaban sujetas al raciocinio (instinto en ti) de lo humano, artista-poeta que eras y que, seguramente, seguirás siendo allí donde estés, esperándome (esperándonos) para emborracharnos juntos de nuevo; pero esta vez, con el polvo de las estrellas.
NEMESIO SÁNCHEZ