Al hilo de estos recuerdos que conservamos cada día en menor medida, me he permitido rescatar algunas cosas que Pozo nos había pasado hace años, junto al comentario que aporto Yolanda hace unos días:
Fueron unas personas muy especiales, difíciles de describir, con las que pocas personas se relacionaban.
Personalmente guardo un recuerdo muy similar al que Yolanda nos aporta en su comentario y como complemento a esto os comento que Juan Manuel fue un excelente trabajador de la fragua y como detalle recuerdo que mi padre( Baltasar ) nos decía que Juan Manuel tenía unas manos increíbles para hacer cosas muy difíciles , como fue aquel colgante con un cierre que nadie era capaz de abrir o cerrar .No creo que mi padre exagerase dado el énfasis que ponía cuando lo explicaba , mas cuando él también trabajo en la fragua .
Juan Manuel murió carbonizado en abril de 1954, en una cuadra de la zona de la Teyera de Cuerigo.
Como dato anecdótico se decía que las Conchonas solo solían pasear de noche.
Recuerdos de Yolanda:
Y les Conchones, qué me decís de les conchones, aquella casa llena de hollín, tan negra y tan untá como elles, aquel olor a fumo, algunos nos colábamos a echar pitos con elles, no todo el mundo era tan afortunado. Salíamos llenes de pulgues y piojos, mi madre no me dejaba ir por que llegaba a casa tan negra como la casa, pero era igual yo volvía y volvía, a veces les espiábamos y les provocábamos, tirábamos piedras y salían amenazando, uys!!: que mieo y que correr….Nieves y Ramonina que como era sordo muda y hacia esos gestos y esos ruidos, más miedo nos daba
Yolanda
Las Conchonas (por Alfredo Pozo)
Curiosísima progenie, debido a sus rarezas, hermetismo e incomunicación, más familia muy respetable de todos modos, pues a nadie molestaban. Hogar inexpugnable. Jamás nos fue posible conversar en el interior más ignoto del entorno. Una angosta abertura al exterior junto a la escalera era el único medio de comunicación con el vecindario, a través de la cual se podía vislumbrar la cabeza de la persona. Al intento de coger higos de su higuera, escuchábamos regañinas que Nieves profería provocando nuestra precipitada herida. Los miembros de la familia eran:
Dolores, Nieves, La Muda (¿Ramona?) y Juan Manuel, o sea, Las Conchonas, que a diario me despertaban al pisar sobre la calzada con sus madreñas de clavos, al unísono, atravesando la Barraca en fila india, refunfuñando y sobresaliendo la voz imperante de Nieves, dirección Vegalloba para “apañar” castañas durante un trimestre por lo menos, hasta que criaban “guaño”, o vía Cuérigo hacia sus fincas y cabaña en donde habitualmente pernoctaba Juan Manuel y en la que al parecer halaron el cadáver, un día de invierno. De su constante quehacer diurno y nocturno se deduce que no conciliaban el sueño ni usaban las camas.
El regreso, también entrada la noche, marcando el paso sin variación en la fila de a uno cerrada siempre por la muda. Nieves era la portadora oficial de la familia y su voz era más potente; Dolores quizá fuese la administradora; la Muda y Juan Manuel desempeñarían funciones de subalternos.
Manifiesto esto con cierto sentido del humor, pero con el máximo respeto (con) hacia estas personas. Entre nosotros existía buena relación de amistad y a veces hablábamos buen rato, sobre todo cuando la interlocutora era Nieves.
Yo, Marujina, a les Conchones teníayos más miedo que vergüenza. A veces al pasar por allí, Nieves con voz fuerte y de mando decíame: «Morina, Morina, ven acá, – traíme tabaco del estanco.»
Yo, lo hacía más por miedo que por complacela. Ramonina, que yera más buena mirabame y reíase como pa dame les gracies. Ella era la que acarretaba el agua del caño de la plaza hasta casa con una lechera, un cubo ó un jarrón. Recuerdo las manos, dedos y uñes negres que tenían, uno por falta de agua y otro porque tol día taben fogonando entre el fueu del suilu, y los cigarros ( Ideales y Celtas más los que preparaben con el librillo y el paquetón) sentaes en les escaleres de so casa al lau del camín, llamau «el Camín de les Conchones, que lu bajabamos a la carrera y sin parar pa dir a comprar algo a casa Adela Corsino.
Sí que recuerdo el tar dentro con elles a oscures a la luz del fuiu y con otres nenes. Toy arrascándome mientres escribo estes letres al recordar les pulgues que agarrabamos allí, como diz Yolanda.