CRISTINA Y FRANCISCO MIRANDA , PREMIO: VECINOS EJEMPLARES 2017

Un pasodoble que no deja de sonar
Cristina Castañón y Francisco Miranda, padres de ocho hijos, recibieron ayer un emotivo homenaje de sus vecinos durante las fiestas de Collanzo
Collanzo (Aller), C. M. Basteiro 17.09.2017 | 03:10
Cristina Castañón y Francisco Miranda, en Collanzo. J. R. SILVEIRA
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Si Cristina Castañón hubiera hecho caso a los chavales de Pola del Pino, nunca se habría fijado en ese chico al que ellos llamaban «vieyu». Un hombre nueve años mayor que ella, de nombre Francisco «Quico» Miranda, al que veía subir y bajar del puerto para atender a las vacas. Menos mal que su corazón gritaba tan fuerte que le dejaba los oídos sordos. Ella tenía poco menos de veinte años, él casi treinta, cuando se le acercó en la pista de Collanzo: «¿Bailas?», le preguntó con un gesto. Valió un pasodoble para que decidieran bailar la vida juntos. Trabajaron sin descanso, en el campo, en casa y en la ganadería, para sacar adelante a la familia: ocho hijos y la mayoría -todos los que quisieron- estudiaron en la universidad. En la familia hay una jueza, una veterinaria, un veterinario, una funcionaria en la Fiscalía del Estado y una ingeniera de Montes. Por su esfuerzo, por una vida dedicada a la familia y a la comunidad, Collanzo -a través de la asociación «San Blas»- les rindió ayer un homenaje en las fiestas del Cristo del Amparo: les nombraron «Vecinos Ejemplares».

«¿A mí qué premio me van a dar, si lo único que hice fue trabajar y trabajar?». Cristina llega de su paseo. El paso del tiempo y una enfermedad le quieren quitar la memoria, pero ella no se deja. Tiene ochenta años y es de las que no se rinden. Mira hacia la carretera de Collanzo: «A ver si viene el mi rey». «Su rey» es Quico Castañón, que llega por esa carretera dando pedales sin parar: «Prefiero ir en bici, porque andando me duele la rodilla», explica con una sonrisa tímida. Hombre de costumbres, cada día va un rato a la huerta.
Esa tierra ahora es entretenimiento pero, durante décadas, fue una labor dura. Quico Miranda trabajó tres años en la mina, «para librar la mili», y luego volvió a la profesión familiar: ganadería y agricultura. «En la mina se ganaba poco también cuando yo era joven, las diferencias llegaron más tarde», señala. Hace cincuenta y siete años que nació Ascensión («Ascen» en casa), la primera hija de la pareja. Luego llegaron Francisco, Charo, Luis, Marta, Adolfo y María. Cristina, «Cris», es la pequeña: acaba de soplar 32 velas. «Teníamos que criar un buen ‘rebañín’, ¿eh?», ríe Cristina Castañón.
Ninguno de sus hijos fue caprichoso. Ella se pone seria: «Como se dice por aquí, ‘la cibiel.la hay que retorcela cuando ye pequeñina, que de grande nun dobla’. ¿Sabes lo que significa?». Que a los niños hay que educarlos en el trabajo y el esfuerzo desde pequeños. Cristina guarda de recuerdo la banqueta en la que se subían sus hijas para fregar los platos, porque aún no alcanzaban el fregadero. Todos hacían sus camas y recogían la habitación. En verano, nada de planes: tocaba ir a la hierba.
Un gran equipo
«Tenía que ser así, éramos muchos y había que ayudar», afirma Castañón. Se nota que ella lleva la batuta y Quico Miranda, que la mira siempre cuando habla, se deja llevar. Forman un buen equipo, trabajadores y buenos administradores. Dice Cristina que «en casa, para estudiarlos, siempre tenía que haber dinero. El que no estudió, fue porque no quiso». Todos son trabajadores y son el mayor orgullo de sus padres: «Lo único que nos importa es que estén bien, fue por lo que peleamos siempre», afirma Quico..
La hora de comer está cerca. Él coloca los tomates y los calabacines que trajo de la tierra, colgados en una bolsa del manillar de la bici. Ella se sienta a la sombra, y le sigue con los ojos: «Y pensar que los chavales de la Pola me decían que para qué quería yo a ‘esi vieyu’? Fue el mejor marido y padre, más bueno no puede ser». Pronto termina de colocar todo lo que trajo de la huerta, va hasta donde está ella y la coge del brazo: «Vamos Cristina, que hay que prepararse. Que hoy van a darnos un premio», le recuerda.

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