Son las seis de la mañana. De la noche profunda emerge el característico berrar de los venados. Son sonidos cortos y agudos, señal de que se trata de ejemplares jóvenes que no pueden competir con los más adultos por controlar los rebaños de hembras que en breve estarán listas para aparearse.
Así comienza una jornada típica de los meses de setiembre y octubre en lo más profundo del valle de Aller. Los seculares enfrentamientos entre los machos de venado por el control de las hembras atraen a muchos turistas a los montes del concejo y, aunque hay que contar con la ayuda de un guía experto para localizar a los animales en tan vasto y agreste territorio, merece la pena caminar por un paisaje inigualable para disfrutar de un espectáculo difícil de contemplar en directo. Por eso la asociación de hosteleros del concejo, con la colaboración del Ayuntamiento de Aller, ha organizado una serie de excursiones para que el gran público pueda disfrutar de este peculiar momento.
La búsqueda de los venados comienza a las seis y media de la mañana, a bordo de vehículos todo terreno, en dirección a Collanzo para, girando a la derecha, tomar una estrecha carretera hacia La Fuente que pronto se convierte en pista forestal. Aún de noche, es necesario agudizar el oído para sentir berrar a los venados, ya que serán sus sonidos los que llevarán al guía a encontrar el mejor punto de observación. Los ciervos aún suenan muy a lo lejos. Es necesario seguir subiendo monte arriba para, con las primeras luces del día, hacia las siete de la mañana, ayudarse de los prismáticos y la experiencia de los guías para saber exactamente hacia qué punto mirar. «Suelen buscar las cumbres más altas. Es donde más les gusta estar, para poder controlar todo el terreno», indica José Luis Fernández, experimentado cazador y conocedor del terreno, que actúa como guía. No obstante, parece que la berrea este año viene un poco retrasada, apunta su hermano Pablo, «ya que los últimos días no llovió y a los venados les gusta el agua. De todas formas, están empezando a berrar».
Mirada experta
El cielo se aclara por momentos y la noche estrellada da paso a un azul celeste que parece actuar de reclamo a los ciervos. Eso sí, hay que seguir subiendo, pasando las zonas conocidas como Champas y Cardéo, hasta llegar a La Panda, a unos 1.500 metros de altitud, compartiendo vertiente hacia Pelúgano
El último trecho es necesario hacerlo a pie por una empinada cuesta que va a parar a una loma desde la que se divisan dos laderas. Para los ojos de un inexperto, una de ellas, en forma de vaguada, no dejaría de ser un terreno de matorral, pero José Luis y Pablo rápidamente advierten: han divisado dos hembras. A éstas, se añade rápidamente una tercera y ladera abajo aparece un gran macho que desciende de forma apresurada. ¿El motivo? Otro venado trata de invadir su territorio. Además, le reta con un largo y grave berrido que invade las silenciosas cimas. El gran macho defensor cuenta con una cornamenta de seis puntas a un lado y siete al otro. La batalla por el rebaño de hembras está servida. Al reto le seguirá el seco sonido del batir de cuernos y, finalmente, la retirada de uno de los contendientes.
Entre tanto, tras la protección de unos riscos salen a la carrera un nutrido grupo de hembras. En total, el gran macho cuenta con un harén de una decena de animales a punto de entrar en celo. Detrás del grupo, entra en acción un tercer macho, aunque más joven, que rehuye entrar en peleas.
José Luis explica que «cuando un venado berrea es que está retando a otro para pelearse. Por lo general, un macho tiene un grupo de unas 25 ó 30 hembras y, al tiempo, ha de guardar su territorio para que no sea invadido por otro macho».
La berrea estará en su apogeo dentro de unos diez días y los machos se centran tanto en las contiendas como en delimitar su territorio marcando los árboles del perímetro con sus cuernos y en montar a las hembras. «Llegan a perder hasta 70 kilos de peso, además del olfato y buena parte del oído, ya que no dejan tiempo para alimentarse», apunta.
Se trata de ejemplares de entre seis y diez años, cuando se considera que están en sus mejores condiciones. José Luis Fernández advierte de que «hay gente que cree que cada punta en los cuernos significa un año de vida del venado, pero no es así. La edad sólo se sabe por los dientes, pues si la dentadura está cerrada es que ya es mayor. Si un venado joven no tuvo ninguna enfermedad durante el año y comió en buenos pastos puede tener una gran cornamenta y, aunque sea joven, podría pelear con un ejemplar de ocho o diez años».
Contrapartida
Pero no todo son buenas noticias para los venados vencedores en la berrea. Serán los encargados de cubrir a las hembras que haya en su territorio, pero esa labor les dejará demasiado débiles como para salir ganador en la contienda del año que viene.
Los montes de Aller son un lugar privilegiado para contemplar este espectáculo pues, como indica Pablo Fernández, «en una ocasión llegamos a contar más de 300 venados a lo largo de un día». De todas formas, la población de ciervos se ha visto muy mermada en los dos últimos años por efecto de los lobos y José Luis calcula que se han perdido «el 40% de los ejemplares».
La gran lucha por la supervivencia de la especie se desarrolla en las cumbres más altas. Por contra, en las zonas bajas de las montañas se concentran tanto los ejemplares más jóvenes como los más ancianos, que no tienen posibilidad de hacerse con su propio rebaño de hembras. Pero eso no es impedimento para que también protagonicen «peleas, sobre todo entre los jóvenes, ya que lo hacen a modo de juego para aprender a luchar».
La calma llega a los montes alleranos con la subida del sol. Entre las diez y las once de la mañana las disputas quedan en suspenso hasta el atardecer, cuando nuevamente, y durante todos los meses de setiembre y octubre, comenzarán nuevos combates.