Autor : Ignacio Megido Gonzále
Qué decir de este lugar, que he escogido para vivir y que todos los días nada mas abrir las ventanas de mi casa, veo enfrente las dos sierras que forman las Foces del Pino y todo el valle que forma el río Valmartín. Y que otras personas observaron y describieron con tanto gusto.
Por eso os invito a ser cómplices en este pequeño paseo, y así comentar sobre este rincón en el corazón de Aller y penetrar en las entrañas desde el pueblo de El Pino.
Partiendo del pueblo de El Pino nos dirigimos hacia el sur con intención de pasar el Río de Braña por el puente de arriba, llamado en algunos planos puente del molín. Aquí, si nos fijamos, encontramos que bajo el puente aún pasa el cauce de una presa que después de cumplir con la misión de abastecer el molín de la Torre y el ravil, que esta junto a este puente, continuaba su curso rumbo a los molinos de Ramona Valiente y de Luis Megido.
Una vez que pasarnos el puente no dejo de observar el tendido eléctrico que viene de la Central de Rioseco. Mas que recordando, imaginando, la forma con que Luis Fernández Muñiz, Graciano Megido Moro, Santos Alonso Tejón, Manolo, Alejandro, Severo etc. transportaban las columnas de hormigón que hay en la actualidad, por el monte y como las elevaban, sin más herramientas que las carruchas de los bueyes, estos mismos, cuerdas, trócolas y sobre todo mucha maña. Esto ocurría alrededor de los años 1959.
A propósito de este tendido eléctrico, cuentan que cuando se realizo por primera vez, un ingeniero Santanderino llamado Cándido, ni corto ni perezoso y muy osado él, al tener falta de piedra cerca y asequible (recordemos que en aquella época, las piedras tenían un gran valor, por ser materia prima para hacer edificaciones de todo tipo, se sacaban del río y casi todo el vecindario tenia un montón cerca para prevenir arreglos) que no fuera de nadie, se le ocurrió la gran idea de dinamitar la famosa piedra redonda que había entre la Pola y El Pino.
Antes de llegar al cruce que se desvía hacia El Pico Marianes, Reguera o Corramartón por detrás del Jaralito, y debajo de este, ya medio enterrados se encuentran dos fontanes (abrevaderos) con distintas aguas. Cuentan que cuando un animal probaba el agua, del fontán antiguo y fuente en el mismo sitio ya no bebía en el más moderno, por ser esta agua muy fría, y que se había realizado y ampliado, para que pudieran beber mejor cuando llegaran uñidos o aparejados los animales con el querru (carro), el forqueu (rastru), y tener mejor maniobra.
Continuamos la marcha por la izquierda, encima de la Chamiecha y al poco de curvar a la derecha y encarar el valle que vamos a recorrer, encontramos La Fuente de La Salud, donde había un banco de piedra corrido, una castañar centenaria marniega que daba una aprovechable sombra y sabrosas castañas. Esta fuente que en la actualidad esta bastante abandonada, en su día era el centro de reunión casi obligatoria; sobre todo, en algunas épocas del año, debido a que el suministro de agua de los caños que se pueden observar cuando se pasa por el pueblo, que captan el agua en el río Valmartin el cual nos acompañara en tramos del recorrido, y cuando llegaban las nieves o lluvias, al venir el río revuelto o atascarse con las hojas del otoño la captación, no había agua en el pueblo, teniendo que recurrir a esta fuente, y sin olvidar que en algunas casas se bebía cotidianamente, por su riqueza en hierro. Así que aquí tomo siempre que paso un tragó de agua, para asociar el sabor peculiar del hierro a una época y continuar el camín.
Un poco mas adelante donde terminan los prados de la Chamiecha, y al final de muro de piedra de la Melata, se encontraba el calero de Manuel Megido Moro que dicho sea de paso es mi padre. De este calero se saco entre otras la cal que se utilizo en la casa de Miguel el Llavian de Pola del Pino, en el año 1952, hoy propiedad de Carlos Pesquera.
Justo en esta zona donde el río y el camino se juntan, si nos paramos un momento, todavía se puede observar los restos del estencu de la Chamiecha, que se utilizaba para regar los praos, que le da nombre, con sus comportas, canales y presas, existiendo varios estancos a todo lo largo del río y abasteciendo las dos márgenes del valle.
Aquí vi a mi abuelo Ignacio Simón, por primera vez tirar la garrafa (red para pescar truchas). Un día cuando el estencu estaba bien construido y en uso, pasaba de niño por allí y observo que al lado del estencu se encontraba mi abuelo mirando con atención, nos saludamos y sigo mi rumbo. Por aquel entonces yo dormía en su casa, y -aquel hecho no me cayó en balde; al llegar la noche mi abuelo sale de casa y entra con un saco, que dentro lleva algo, te pregunto que va a hacer. Me mira, lo piensa dice que puedo ir; a lo que se opone mi abuela; después del retoliqueo, llegan a un acuerdo. Mi abuelo dice que puedo ir, que debo hacer lo que él me diga y no preguntar nada hasta volver a casa. El reto era importante y así lo hice. Mi abuela me cambia de calzado y salimos, no me dirige palabra hasta llegar a unos treinta metros del estencu. Delante de mí, mientras me comenta, que he que esperar y no moverme de allí; observo como del saco extrae una malla de hilo que pesa, que solía tener mi abuela colgada y a veces la cosía, la saca y con esmero dobla una cuerda que esta unida a la red, y de una manera extraña pone la red como enrollada al brazo, cogiendo todo, se aproxima muy lentamente y con mucho cuidado al estencu, pone el saco en el suelo y mete la parte final de la cuerda en la boca y con un movimiento hábil lanza la red. A mí el tiempo, como que no pasaba, se me hizo eterno. Con una tranquilidad pasmosa espera y luego tira después de un tiempo de la cuerda que tenia en la boca y ahora en las manos, sale la cuerda, (la cuerda es de mecha amarilla, se ve bien, la noche es clara) lentamente acerca todo a la orilla, sigue con la cuerda y luego sale la malla, por la postura esta haciendo un esfuerzo, lo consigue, y saca todo, hay algo que se mueve. Yo no sé como, de los metros iniciales donde me dejo, ya estaba a su lado y él como si ya supiera, me dice, que le ayude a abrir el saco. Le entendí y no pude ayudarle, yo estaba; pero no estaba. Mete la red en el saco y sin mediar palabra no dirigimos a casa. Una vez en casa, deja el saco con todo en la cocina y mi abuela más tranquila que cuando la dejamos, abre el saco y de la garrafa saca varias truchas, todavía algunas rebrincando.
Continuamos y a la izquierda dejarnos el puente de Bao que da paso por un camino a Felechosa. Continuamos y llegamos al crucero de Molín Peón. En esta construcción que antaño fue central eléctrica y antes batan, en la actualidad es un criadero de alevín de truchas, que pertenece a la sociedad «El Marabayu». Cuando fue central eléctrica lo regentaron entre otros José Alonso «el Mecánico’ de Felechosa, recuerdo en tiempo de nieve y para salir del paso, reparar los cables de la luz con alambre de las alpacas. Cuando era central eléctrica suministraba la luz de los pueblos de Felechosa, El pino, La Pola y Llanos, se podían tener dos bombillas de 25w y si pasabas de dos tenias que poner contador. En la antojana se pude ver un texu y un carrascu. Al otro lado de la construcción es donde se capta la traída de agua que suministra los caños del pueblo, antes nombrados.
Siempre con rumbo sur, pero por el camino que pasa el puente de piedra, y dejando la compañía del río por un tiempo, lo veremos a lo lejos e intuyéndolo en otros, sin poder juntarse con él hasta la entrada a las Foces. A partir de aquí el camino se hace un poco pindio en tramos, dándonos pequeños descansos de cuando en cuando, para incentivar a los desalentados. Nada mas subir la pedrera, que pasa debajo del Pontón y encima de Escorcia, parte de ella tallada en la caliza, llanear unos metros y al dar la primera curva a la izquierda, para bordear la sierra, si levantamos la vista se puede ver a lo lejos Perla Redonda y el monte de la Panda y si mirásemos hacia abajo la captación de agua para el molín Peón con un salto para las truchas.
Seguimos subiendo y bordeando Escorcia con curvas y contracurvas siempre hacia arriba hasta que el camino nos da un pequeño respiro. Al empezar el camino llano hay en sendero que va con dirección norte hacia el castañero el Monte y Las Cochas de Maridie. Al final de este tramo llano dejamos a la derecha el acceso a la Cerezal.
Enfilamos otra cuesta y con mas curvas y contracurvas bordeando el prau de Bachialtrabe, dejamos el acceso a otros praos del mismo nombre, llaneamos, pasamos Campa ladrona, nada mas subir la pedrera con curva a la izquierda encontramos la Cerezal y la Pasera.
Aquí y a la altura de nuestra vista, a lo lejos, y al otro lado del río se puede ver escombreras de minas de carbón explotadas en los años 1.975 y mirando abajo, vemos el río, que durante un buen rato estuvo oculto, para volver otra vez a esconderse entre la vegetación. También se ve el camino que se juntara con el nuestro mas arriba.
Desde aquí y mirando al otro valle y atrás en lo alto se pude ver Corramarton donde termina la pista que dejamos a la salida del pueblu.
Bordeamos los praos de la Cerezal dejando acceso a la Pasera, subimos por la pedrera de Coes, otra vez curva a la izquierda y damos vista a Coes. Aquí de frente a lo lejos y un poco a la derecha de nuestro rumbo vemos el Pico Cueto, que al otro lado se encuentra el valle de Casomera. También podemos observar mejor los restos de las minas en la otra ladera. A pocos metros de aquí encontraremos la fuente del «Andrinal» con el prau del mismo nombre encima; seguimos bordeando los praos de Coes por terreno llano, para tomar aliento, porque nada mas pasar frente a la casa, nos enfrentamos a la Polea el Pendu para llegar al Pico el Pendu.
Era este sitio el lugar obligatorio de encuentro de los vaqueros, a la hora de regresar. Aquí todos se esperaban o dejaba aviso a otro, si no podían, con máximo rigor. Era la forma del saber popular, de protegerse, donde dar novedades y quedar para el otro día, por si alguno necesitaba ayuda, vigilantes siempre de posibles males o accidentes, no regresan hasta que el ultimo vaquero no estuviera controlado. Algunos que se quedaban a dormir, sabían que en este sitio siempre podían, mandar avisos, pedir viandas que necesitaran, dejarse ver, etc.
Bueno aquí la fatiga te corta alas después de subir esta cuesta, pero no debemos desanimamos porque dentro de poco y por un terreno semillano y tras pasar detrás de las Carbas encontraremos una fuente donde podemos refrescamos y echar un trago de agua, coger aliento y a por lo que queda, que es menos de la mitad. Estamos en este momento en la fuente de las Gavilánceras.
En esta fuente dejamos atrás el camino que va al Chamergu, Cocha, y la Boya. Siendo esta el único paso que atraviesa la sierra izquierda (Pena Pandos) que forman las Foces y que pasa al puerto de Pandos. Con una portiecha que debemos cerrar siempre. Seguirnos y subimos a la casa de las Gavilánceras, un caserío » La Casona» ya en ruinas que en su día fue de envidiar, perteneció parte a la casa del Patio del Pino. Entre la maleza y al final del caserío se ve un texu que por su grosor tiene mas de unos xxxx años, algo deteriorado, roto por las nieves y el viento.
Dejarnos los Praones a la derecha, Valdivanin encima de nosotros a la izquierda, bordeamos lo Roechaos, por camino llano hasta llegar a Bachinaescusa, (nombre de la carba o ladera de la izquierda). Antes de dar la curva nos encontramos con un camino que sube por el Caleyón y que viene desde el bifurque de Molín Peón.
Curvamos a la izquierda, y mientras cruzamos la carba ya podemos observar lo cerca que esta nuestra meta. Aquí se ven las montañas que forman las Foces, encima y al fondo la sierra de Caniecha, y el Fundil al lado, a nuestra derecha los praos de los Carbayones, con el monte de la Panda pegado y Maltiempo junto al río.
Este monte de enormes hayas que se extiende desde donde lo estamos contemplando hasta la falda del Pico Cueto, arropando toda la sierra de Pena la Panda. A lo largo de esta sierra para poder pasar al Fundil, existe solo un paso muy dificultoso que se llama la senda de «la cervaliza»
Continuamos en la falda de Bachiescusa, donde hace algunos años se encontraba una cantera de piedras de afilar propiedad de Víctor de Sacramento de Felechosa. Se sacaban de la cantera, se serraban en bruto y con carros del país se bajaban al pueblu. La ultima persona que se recuerda serrando piedras, fue David Alonso.
Pasamos Bachiescusa, bordeamos el prau del Surdo y a poco que nos dejemos escuchar se puede oír el ruido tal particular que tiene el río al pasar, aun escondido entre la vegetación, e intuir donde este su cauce. Al final del prado del Surdo existía un camino y un puente de madera que daba paso al otro lado del río y que subía a los Carbayones, a la Cocha Carbayon y al monte La Panda. Recuerdo la zona, porque en la época de escuela me toco venir todos los días un verano a ordeñar una vaca, adentrarme en el monte a buscarla, pasando mas miedo que vergüenza, a los posibles lobos y osos que por allí decían, tiene su ruta y cobijo.
A partir de aquí el camino se hace algo más pendiente, con curvas a derecha e izquierda quedando a nuestra izquierda, la carba de Bachinancha, que si subiéramos por ella llegaríamos a encontrarnos con la senda que va a la Boya y pasaríamos al puerto de Pandos como ya dijimos. Seguimos, bordeamos el prau de la Cabritera, y se ve al fondo el río, desnudo y limpio, apenas cansado, ya que su nacimiento esta reciente y el pisar disfrutado de la entalladura que él mismo forja, con el continuo pasar y el tiempo.
El camino de repente cambia, de ir casi siempre ascendiendo, de repente y de una forma brusca, como rindiendo una ceremonia, se rebela y decide ir en buscar el río, a buscar su antiguo compañero, para cruzarlo y seguir juntos, para volver otra vez a cruzarlo y otra a seguir juntos, como envolviéndose y arropándose.
Bueno, espera, ya que nos queda poco para entrar en las Foces debemos ir despacio y llegar, llegar a pasarlas, verlas y escucharlas. En algún libro leí que Plinio el Viejo decía algo así que la naturaleza había creado las montañas para regocijo y disfrute propio. Seamos cómplices y aprovechémonos de ellas.
Bajarnos por el camino que todavía se conserva como hace años con una pedrera (camino empedrado, calzada romana) que pasa por encima de una presa, para el riego de las fincas, con una pared casi mimetizada y que pasa desapercibida, que recoge el agua por medio de un estanco (azud) que veremos mas adelante. Al final de este trozo de camino se encuentra un puente de madera que da paso a la margen opuesta y para continuar el camino empedrado hasta la salida de las Foces. Aquí si nos fijamos al pasar por el puente, debajo dejamos otro estanco (azud) donde todavía se pueden ver el tranque y las compuertas para el desvío del agua. Seguimos por el camino de piedra y atrás en esta misma margen nos queda la canga de Vachecabrito, seguido la canga de La Pedregosa, un poco mas arriba y en la otra margen la canga los Mangos. En esta canga, cuando llega la época de subir el ganado al puerto, se sube la «reciecha» (ovejas y cabras) y se mete en ella. Se les obliga a pasar por la presa y se cierra, solo pueden salir en la parte de arriba cerca de la Boya y tardan como una semana en salir a la cima. Y otra vez, la misma operación. Pero he aquí la paradoja, que cuando hay lobos por aquí, ellos también lo saben.
Antes de llegar al puente, nos encontramos con una portilla, que repito, la tenemos que dejar cerrada, para que no pasen los animarles, tanto los que se escapan del pueblo no suban y los que están no bajen. Un poco mas arriba y al lado del camino se encuentra una cueva, donde los vaqueros y viandantes se cobijan de la intemperie. Desde aquí observamos el puente.
El puente es de piedra formando un arco romano, con la entrada más cerrada que la salida, apoyado en la entalladura de la sierra, compuesto por 40 piedras en el arco de entrada y 46 piedras en el de salida.
Pasamos el puente, seguimos subiendo, rodeamos el serrón, frente a este y en la otra margen del río se encuentra la canga la Silbana que veremos desde mas arriba. Seguimos pisando el camino esculpido en la caliza, con el río de vigía, hasta llegar al crucero o posaero. Si seguimos por la izquierda se va al mayeu les Campes y si cruzamos por el puente de madera subiremos al Fundil.
De regreso podemos relajar la vista contemplando este pequeño, pero espectacular desfiladero calizo, que logro el río con el paso del tiempo. También al ir bajando y con cuidado, podíamos imaginar las penurias de los vaqueros, cuando tenían que bajar la hierba para invernar el ganado, esta se bajaba en la cabeza hasta detrás de la Cabritera, allí se empaquetaba en carros y se llevaba a los pueblos. Al ampliar el puente y arreglar alguna curva, ya pueden bajar el forcau desde el puerto al pueblo. En la actualidad todavía se bajan forcaos de hierba pero con tiro de caballo.
A los cómplices de esta aventura, una sonrisa, un recuerdo.
Ignacio Megido González El Pino 2003